martes, 14 de octubre de 2008

C R I S I S 01

El Camino hacía la Crisis Arquitectónica: la Economía. Para comprender su ubicación en nuestro tiempo, hay que considerar el contexto en que surgen. Walter Gropius, avisaba e intuía que estamos en el umbral de un nuevo esfuerzo de creación. Señalaba que la unidad de ambiente y cultura se había perdido, se tenía, un ambiente caótico, feo, desolador, del cual deriva un acento en "la lucha capital-trabajo y malas relaciones sociales".
Ese esfuerzo de creación es la respuesta a un impulso económico dentro del cual se van a posibilitar las inversiones en arquitectura, con un enfoque divergente del movimiento moderno y que va a iniciarse con el estilo internacional derivado de Mies van der Rohe y el abuso de las cajas de vidrio. Dentro del cuadro general del desarrollo económico, sobre todo en los países de alto desarrollo tecnológico e industrial, se da un despegue consecuencia de los efectos inmediatos de la Posguerra en los años 50. Las curvas Kondratieff, permiten analizar las fases cíclicas de la crisis y expansión del sistema capitalista, mediante las cuales se advierte un crecimiento económico a mediados de los 50 y principios de los 60, un nuevo periodo de crisis y luego una fase de crecimiento a fines de los 80 y principios de los 90; ciclos de más o menos 25 años, con fases largas de cerca de 50 años en la evolución económica que se ha caracterizado como "economía-mundo-capitalista". Las crisis no son simétricas ni siempre adoptan un patrón similar, ni se dan en áreas iguales. El desplazamiento de capitales hacia ramas económicas que ofrecen mayor plusvalía, la competencia entre grandes capitales monopólicos y supranacionales, el imperativo de éstos para renovar procesos y plantas productivas ante la competencia, y renovar la tecnología, incrementar la intensidad de capital en la producción, etc., son algunos de los incentivos del sistema al que se someten las empresas, incluyendo a la de la construcción. Son dos momentos claves coincidentes con los de mayor intensidad en el surgimiento y expansión de corrientes recientes en la arquitectura: el posmodernismo, surgido a fines de los años 50 y primeros de los 60; y luego el deconstructivismo, que se empieza a incubar a mediados de los años 80 para consolidarse y empezar su divulgación al final de la misma década.
De esta coincidencia no debe derivarse una limitada relación causa-efecto, o derivar un patrón de dependencia entre economía (causa) y arquitectura (efecto), con la tentación de extenderle como instrumental analítico a otros momentos de la historia de la arquitectura. Hay que considerar y reformular postulados tradicionales y comunes, para reconstruir la historia de la arquitectura con criterios y enfoques que consideran estas nuevas determinaciones. Ambas corrientes han aparecido en países de alto desarrollo industrial y económico. Su influencia, con el posmodernismo, se ha extendido dando lugar a un debate cultural, que está dejando de ser actual y útil. En el deconstructivismo, el debate apenas asoma y aún no llega del todo a nuestros ambientes culturales y artísticos. Desconocemos los calificativos que se han puesto en la polémica: los placeres de la incomodidad, proyectos de cortar y romper, composiciones sobre descarrilamientos rusos, terrorismo arquitectónico, posmoderno cismático o minimalismo sucio, son algunos. Ambas tendencias arquitectónicas, al aparecer y divulgarse, abren el debate, pero se les distorsiona y oculta, dando lugar a reacciones que tienden a defender y mantener intereses profesionales de arquitectos. Simulando un poco, tomando de aquí y de allá para ganar imagen. Posmodernismo y deconstructivismo empiezan por ser crítica y disidencia. Inicialmente son llamativos y seducen casi instantáneamente. Son grandilocuentes y provocadores como forma arquitectónica, costosos, y difíciles de captar en una primera apreciación de su técnica compositiva. Además, ambos profundizan la cultura de las estrellas de Hollywood . Aquella disidencia y provocación iniciales, lo aparatoso y caro, son su virtud, por lo novedoso, y les permitirá ser sometidos al proceso de absorción cultural y convertirlos en mercancía: satisfacen exigencias de la estética de las mercancías. La arquitectura ha sido convertida, además de instrumento de poder por su costoso adorno e imponente apariencia, en un tipo de mercancía que, pierde su contenido crítico de oposición y provocación y se vuelve objeto de aparador, se le coloca en esa vía de su divulgación e imposición en el gusto de los sectores subalternos de la sociedad. La arquitectura, como producto técnico-cultural ha sido convertida en mercancía y adopta cada vez más las alternativas de ésta. De aquí al predominio de la moda, el consumismo y la publicidad engañosa, que el posmodernismo y la deconstrucción han dado asumido plenamente. Estamos, ante otra historia de la arquitectura, tal vez sometida a ciclos de variación, cada vez más cortos quizá y ante una próxima diversidad de ofertas mercantiles de formas y conceptos arquitectónicos, bajo la máxima: todo se vale.

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